domingo, 4 de octubre de 2009

Satisfied Desire


Metro de Madrid,ocho y media de la noche, momentos en los que los vagones del metro revosan de gentes desesperadas por llegar a casa después de una difícil jornada laboral. Es el momento más feliz de Desireé, morena normalucha de treinta y tantos, con novio pero insatisfecha con el sexo, en el que aprovecha para poder entrechocarse con cuerpos ajenos en los que con un simple perdón puede rozar los pechos y braguetas de quien se le antoje.
Siempre escoge el vagón más lleno pero momentos antes de que pare el tren, observa ansiosa cada una de las ventanas y se le acelera el corazón,le sube las pulsaciones y se agita el pelo para airearse del sofoco.
Tiene la entrepierna mojada, lo sabe, y eso le provoca más excitación.
Comienza el espectáculo: se abre el vagón escogido, observa a sus futuras presas y va a por ellas haciéndose paso entre la gente. Pasa por enmedio de dos chicos lentamente tocando las abdominales del que lleva chándal con la bolsa del equipo de baloncesto del barrio, mientras roza con su culo la bragueta del que le queda detrás. Se excita y sigue adelante. Ahora le toca un "angelito con minifalda", rubia, con ojos azules y la piel tan blanca como su chaleco, orejeras, camiseta y minifalda. Masca chicle y hace pompas este angelito mientras escucha música pero Desireé piensa que es demasiado tierna acorde a sus obcenos pensamientos y decide seguir avanzando por otro lado con la sorpresa de que, al darse la vuelta, alguien le acaricia espalda y culo. Desireé, incrédula del acto, sigue adelante y decide que por hoy ha sido suficiente así que se baja en Nuevos Ministerios en dirección a su aburrida casa.

-¿Es que no te ha gustado? - pregunta el angelito en la parada.
Atónita ante élla, vuelve a preguntarle más cerca, casi al tacto del roce de sus pezones encogidos por el frío, sintiendo el cálido vaho de su melodiosa voz. -¿Es que no te ha gustado? - medio sonríe mordiéndose el labio.
Desireé es incapaz de contestar, no puede articular palabra y está totalmente rígida, con la respiración acelerada, con los ojos abiertos de par en par mirando incrédula a la chica pensando que es un sueño, una mala pasada del calentamiento. A duras penas consigue agitar la cabeza en sentido afirmativo sin apartar la mirada, Amaya le coje de la mano y le susurra al oído: -Llévame a tu casa

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